* Independencia, Revolución y Modernidad

Pasaron 11 años de lucha independentista en los que, aunque la ciudad no fue testigo directa de ninguna batalla, si sufrió los estragos económicos que conlleva cualquier guerra. A pesar de eso, en 1813 se terminó una de las obras cumbre del célebre arquitecto del virreinato Manuel Tolsá: el Palacio de Minería.

En 1822, un año después de la salida de los españoles, Agustín de Iturbide fue proclamado emperador del primer imperio mexicano. Dos años después, Guadalupe Victoria, primer Presidente de la República, emitió el decreto de la creación del Distrito Federal como sede de los supremos poderes de la Federación, el 20 de noviembre de 1824. Ahí quedó definida la división territorial, con diversos pueblos y villas, de la siguiente manera:

“Por el norte: la porción norte de la entonces Villa de Guadalupe Hidalgo, terrenos de la hacienda de Santa Ana Aragón, pueblo del Peñón de los Baños y Ticomán.

Por el oriente: la hacienda del Peñón de los Baños, terrenos de la hacienda de los Reyes, pueblo de Santa Martha Acatitla y parte poniente de Iztapalapa.

Por el sur: Churubusco, parte norte de Coyoacán, pueblo de Axotla y terrenos de la hacienda de San Borja.

Por el poniente: Santa María Nonoalco, zona en donde se ubica actualmente la colonia San Pedro de los Pinos, poniente de Tacubaya, Chapultepec y Tacuba, así como una porción territorial de la actual delegación Azcapotzalco”.

En 1842, el presidente Antonio López de Santa Ana comenzó la construcción de la Columna de la Independencia en la Plaza de la Constitución, pero sólo se terminó el zócalo y por esa razón ahora se le conoce con ese nombre.

Aprovechando el caos político y económico que todavía existía en el país, en 1847 Estados Unidos invadió la ciudad y la ocupó durante nueve meses. Aunque eventualmente quedó liberada, el episodio culminó con la pérdida de casi la mitad del territorio mexicano.

Fue el mismo Santa Ana el que en 1854 extendió los límites del Distrito federal para incluir zonas como Tlalnepantla, San Bartolo, Santa Fe, Mixcoac, San Ángel, Tepepan, Xochimilco e Iztapalapa.

De 1864 a 1867, México fue otra vez invadido, esta vez por los franceses con Maximiliano y Carlota al frente del nuevo imperio. Este período tuvo una gran transcendencia en el entorno urbano, se hizo el trazo del Paseo de la Emperatriz, actualmente Paseo de la Reforma, para conectar el Castillo de Chapultepec, donde habitaban los emperadores, con el Centro Histórico. Además de haber sido la primera avenida, que marcó la pauta para el desarrollo de la ciudad, trajo consigo de vuelta las ideas urbanísticas imperantes en Europa.

El imperio de Maximiliano fue el último que sufrió la nación, el presidente Benito Juárez señaló el camino de la República. Las políticas liberales de éste, que incluyen las leyes de desamortización de los bienes eclesiásticos y la nacionalización de los mismos, le dieron un gran impulso al sector de la construcción, que prácticamente había estado parado toda la primera mitad del siglo debido a la inestabilidad imperante.

“Se puso en circulación comercial cerca del 48% de la tierra urbana de la ciudad de México, porción que hasta antes del pronunciamiento de las leyes estaba en poder del clero”.

Tras la caída del imperio francés hubo otro resurgimiento económico debido a la construcción del ferrocarril y de fábricas y comercio a gran escala (El Palacio de Hierro y el Puerto de Liverpool como una muestra). Se comenzaron a fraccionar grandes extensiones de tierra para ofrecer vivienda, de acuerdo a la clase social. Así, nacen colonias como la Tabacalera, Santa María la Ribera, San Rafael y Guerrero, ocupadas por la clase media. La clase baja se acomodó en el Centro Histórico y alrededores, creando colonias como la Morelos, La Bolsa y Santa Julia.

Los más acomodados abandonaron el centro y en los albores del siglo XX nacieron colonias como la Juárez, la Roma y la Condesa para satisfacer las demandas de estos.

En 1877 llegó al poder por primera vez Porfirio Díaz, pero fue de 1884 a 1911 cuando impulsó la construcción de una serie de edificios emblemáticos para la capital, muchos de ellos como parte de los festejos para el centenario de la Independencia; es el caso del Palacio de Comunicaciones, el Palacio Postal y el Palacio de Bellas Artes, así como los arreglos que se le hicieron al Paseo de la Reforma con glorietas, monumentos y mobiliario urbano. Destaca especialmente la columna del Ángel de la Independencia, realizada por el arquitecto Antonio Rivas Mercado.

Díaz era un enamorado de la arquitectura y la urbanización francesas, especialmente la parisina, por lo que se dio a la tarea de imitar sus estilos en todas las construcciones que impulsó.

Hacia finales de siglo dio inicio una de las obras urbanísticas que dejarían casi en extinción los lagos que todavía cubrían una buena parte de la ciudad: el Gran Canal del Desagüe, que pretendía acabar con los problemas de las inundaciones.

Otra de las grandes obras de inicio de siglo fue la creación de la Avenida de los Insurgentes (originalmente llamada Vía Centenario), que unía el Centro Histórico con el sur de la ciudad.

La actividad arquitectónica volvió a quedar en pausa de 1910 a 1920, debido a la Revolución, el movimiento armado que creció gracias a los campesinos, marginados y explotados.

Esta actividad regresó con un sentimiento renovado de nacionalismo, que permeó en la producción cultural y artística de la época. José Vasconcelos, primer secretario de Educación Pública en el periodo de Álvaro Obregón como presidente (1920-1924) impulsó todo un proyecto de nación, en el que la alfabetización y la difusión de la cultura eran su prioridad. Es durante su periodo que surgió uno de los movimientos que le dieron identidad a México a nivel internacional: el muralismo; con artistas como Rufino Tamayo, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco a la cabeza.

En esta misma década de los 20´s empezó a permear en México la arquitectura vanguardista que se estaba realizando en Estados Unidos, con sus grandes rascacielos, fue así que comenzaron a quedar atrás los modelos europeos.

“El primer edificio alto (de más de 5 niveles) que se construyó en México fue el edificio Woodrow (Bolívar y Cinco de Mayo), en 1922”.

En la década de los 40´s se dio un increíble crecimiento económico e industrial en el país (conocido como “el milagro mexicano”), lo que propició grandes migraciones del campo a la ciudad. Esto detonó el nacimiento de los edificios multifamiliares, el pionero fue el conjunto urbano Presidente Alemán, ubicado en la colonia Del Valle.

La década de los cincuentas trajo consigo la creación de la Ciudad Universitaria, que marcó un hito en muchos sentidos: no sólo se trataba del más grande y ambicioso centro de estudios de América Latina, sino que además reunía, para su proyecto y construcción, a los más grandes arquitectos de la época, que plasmaron los conceptos más vanguardistas del movimiento funcionalista de la época (en el 2007 fue declarada Patrimonio de la Humanidad).

Otro gran evento que trajo consigo una gran producción arquitectónica en la ciudad fue la realización de los Juegos Olímpicos de 1968, que en medio de una gran agitación social fue también uno de los sucesos más negros de la historia reciente (la matanza de estudiantes en Tlatelolco) y generó edificios como la Alberca Olímpica, el Palacio de los Deportes o el conjunto de edificios conocido como Villa Olímpica (en Cuicuilco).

Un año después, en 1969, se inauguró la red de transporte público del Metro, que tan sólo el año pasado transportó a 1´623,828,642 usuarios en el año 2015(un aproximado de casi 4’450,000 millones de personas al día) a través de 226.488 km.

Un terremoto de 8.1 grados sacudió a la ciudad el 19 de septiembre de 1985, provocando derrumbes, miles de muertes y severos daños en diversas zonas y evidenciando, por un lado, las prácticas corruptas en la construcción y por otro la gran capacidad de solidaridad y apoyo que tenemos como población.

No se señaló a ningún culpable, pero se inició una reforma de los reglamentos de construcción del país y de los métodos de supervisión de cumplimiento de los mismos (que desgraciadamente, como todos

sabemos, siguen siendo presa de la corrupción).

Reconociendo su valor histórico y artístico, la UNESCO declaró en 1987 al Centro Histórico y a la zona lacustre de Xochimilco como Patrimonio de la Humanidad.

La historia ha sido testigo de la diversidad y la riqueza cultural, artística, arquitectónica, y social, entre muchas otras, que nos ofrece esta maravillosa ciudad, pero también ha visto cómo ha sido rebasada por inter

eses, casi siempre económicos, que han permitido que crezca de una manera caótica y desordenada, dejando de lado factores clave que hacen que uno pueda vivir de manera balanceada.

Esta nuestra Ciudad de México, con una historia tan apasionante, es el lugar donde vivimos, por el que día a día transitamos y nos ofrece tales maravillas que lo deseable sería lograr la conciencia de nuestra responsabilidad con ella.

Comentarios recientes

25.11 | 00:55

Jorge gracias, esa es la idea de este blog, compartir datos históricos y otros divertidos, siempre con la idea de cultura

16.11 | 05:32

Verdaderamente ilustrativo, gracias por compartir estas enseñanzas.

28.10 | 14:04

Leí hace años de una mujer a la que le habian desaparecido varios empastes y tenia esos dientes sanos.

Además, existen una serie de fotografias, de logos en vehículos, que atestiguan la veracidad.

23.10 | 15:49

Los Griegos ganaton a los Atlantes-Iberos.

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