Los Apaches son mexicanos.

Apaches de la Sierra de Sonora

Apaches de la Sierra de Sonora

Manuel Rojas, autor de la obra: “Apaches…fantasmas de la Sierra Madre”. Fotografía de: Rosarito informa.

Manuel Rojas, autor de la obra: “Apaches…fantasmas de la Sierra Madre”. Fotografía de: Rosarito informa.

Presentan “Apaches…fantasmas de la Sierra Madre”, obra que muestra los hechos más allá de la historia oficial

Los Apaches y Chiricahuas vivían en las montañas, en chozas llamadas “wickiup”; robustos y atléticos, mayormente eran guerreros, cazadores y recolectores. Se ubicaban dentro del territorio comprendido por los estados de Sonora y Chihuahua en México, así como, Arizona y Texas en los Estados Unidos.  Sin embargo, con la llegada de colonizadores españoles a México, este pueblo comenzó a vivir en constantes represiones que suscitaron enfrentamientos con el fin de preservar su forma de vida y libertad.

Manuel Pérez Rojas, mejor conocido como Manuel Rojas nació en Guadalajara, Jalisco. Egresado de la Licenciatura en Sociología por la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), es un investigador, crítico y curioso, amante de la historia que se define a sí mismo como ciudadano preocupado por el neoliberalismo económico. Se ha dedicado a indagar y recuperar la memoria de los apaches, una tribu guerrera que hasta la actualidad se caracteriza por haber defendido sus creencias.

Recientemente lanzó la segunda edición de su obra Apaches…fantasmas de la Sierra Madre, presentada el pasado 16 de marzo en el Centro Estatal de las Artes Ensenada. En ésta, el Ingeniero Enrique Courtade Pedrero fue el encargado de abrir la presentación junto con el Doctor Miguel Agustín Téllez.

Con imágenes inéditas el libro envuelve al lector en la historia apachista, describiendo sus patrones de comportamiento, costumbres y forma de vivir, así como los motivos a detalle por los cuales fueron borrados de la historiografía mexicana. Uno de los personajes principales que Rojas destaca en el libro es Gerónimo, el cual dicta sus memorias en español y muere a la edad de 89 años. De esta forma, su historia funciona como referente para comprender el conflicto de la cultura apache con México.

Libres, rígidos y recios, los apaches defendían sus derechos y costumbres; practicaban la poligamia y el monoteísmo. No se dejaron dominar por colonizadores españoles como otras etnias indígenas, debido a que -como mencionó Manuel Rojas- se dieron cuenta de la doble moral e incongruencia que existía tanto en los soldados españoles como en los mismos sacerdotes.

“Al mismo tiempo que los conquistadores trataron de imponer la monogamia, los soldados españoles tenían sus barraganas, sus concubinas. Tenían sus esposas, pero también tenían sus concubinas con hijos bastardos, ellos veían muchas incongruencias entre el decir y el hacer”.

“Al mismo tiempo que los conquistadores trataron de imponer la monogamia, los soldados españoles tenían sus barraganas, sus concubinas. Tenían sus esposas, pero también tenían sus concubinas con hijos bastardos, ellos veían muchas incongruencias entre el decir y el hacer”.

Este choque entre la cultura española y los apaches -explicó el autor- fue una de las razones por las cuales se les borró por decreto del mapa etnográfico de Sonora y Chihuahua, aunque algunos seguían definiéndose como mexicanos de nacimiento.

Durante la presentación, Manuel Rojas enfatizó que hay documentos oficiales que han sido sustraídos ilegalmente de los archivos oficiales de México y de América Latina, declarando que aún existe una perversión en el manejo mediático sobre lo que fue la etnia apache.

“Creo que nosotros debemos preservar nuestras raíces, nuestra identidad, pero sobre todo nuestra dignidad”.

Así, motivó a los historiadores a no quedarse callados: “Si los historiadores no abren bien los ojos, este gobierno indigno se va a salir con la suya.  Los que amamos la historiografía no debemos permitirlo ni quedarnos callados”.

Por otra parte, habló de la importancia de hacer trabajo de campo para los historiadores, ya que, para el autor es necesario ir al campo de estudio y así obtener información más allá de internet.

“Debemos preguntarnos, ¿Qué estamos aportando?, ¿Qué es lo novedoso de nuestro trabajo? Necesariamente debemos ir a las fuentes primarias, y es ahí donde está el sacrificio del historiador, porque debe sacrificar su bolsillo, su tiempo, entre otras cosas”.

Antes de finalizar, declaró que actualmente se encuentra preparando un libro donde tocará temas sobre la guerra de Texas más allá de la historia oficial. “La guerra de Texas está sesgada, cortada. Texas la perdimos por soborno. Las derrotas de los estadounidenses a manos mexicanas han sido ocultadas de la historia oficial de México. Nos quieren imponer un criterio de derrotismo, de que somos un pueblo de vencidos, de derrotados y no es cierto”

Manuel Rojas, como otros historiadores críticos, muestra a través de su libro que el precio que los apaches pagaron no resultó un limitante para defender su postura, aunque está implicara ser borrados de la historia oficial de la nación. 

Quizá eso es lo que se necesita en la actualidad, en un mundo de condescendencias y máscaras, defender derechos y libertad pese al precio que se imponga.

Mientras convalecía para luego fallecer el pasado 31 de julio de 2008, el dramaturgo chihuahuense Víctor Hugo Rascón Banda prologó el libro Apaches… fantasmas de la Sierra Madre. El texto insólito y seductor, escribió el también autor de la obra de teatro Apaches, “viene a llenar un gran vacío, una laguna inmensa, en nuestra historia”.

Gracias a la televisión y el cine, los mexicanos creíamos que los apaches eran originarios de Estados Unidos. Pues no: son de México.

Películas y series televisivas norteamericanas presentan a los apaches como “malos”, salvajes, crueles, cuando ellos llegaron primero a esas tierras, de las cuales los echaron con balas, cárcel y torturas.

La nación apache abarcaba el sureste de Arizona y el sur de Nuevo México, que eran territorio mexicano hasta antes de que nos los despojaran, y el noreste de Sonora y el noroeste de Chihuahua. Los apaches están hermanados geográficamente con los tarahumaras, los ópatas, los pimas y los pápagos.

El libro, del sociólogo Manuel Rojas, indica Rascón Banda, “aparece para deshacer mitos y leyendas, para reivindicar su origen y para ilustrarnos sobre la nación apache que fue extinguida en Chihuahua y Sonora por los rifleros de Joaquín Terrazas para que pudiera construirse, dicen en Chihuahua, el ferrocarril que en los primeros años del siglo XX recorrió el estado de sur a norte hasta la nueva frontera y del centro noroeste”.

Gerónimo, por ejemplo, uno de los bravos guerreros apaches al que le han dedicado los gringos varias películas, nació en Arizpe, Sonora. El investigador encontró en los archivos de la parroquia de La Asunción de María que José Gerónimo, hijo de Hermenegildo Moteso y Catalina Chagori, fue bautizado el primero de junio de 1821.

Mario Rojas narra las vidas de otros guerreros apaches como Cochise o José, caudillo que estuviera preso en Sonora; de Mangas Coloradas, que dirigiera batallas importantes; de Victorio, a quien el gobierno del estado de Chihuahua le edificó una estatua y una plaza como parte de la reconciliación del pueblo de esa entidad con la nación apache; de Ju, quien jamás fuera derrotado.

El autor denuncia el grave silencio del gobierno mexicano, de sus instancias educativas y culturales, “que, allanándose a los intereses geopolíticos de los Estados Unidos, han permitido impunemente el saqueo constante de nuestro patrimonio histórico, no sólo el hurto de objetos y documentos de los sitios históricos que incluyen archivos oficiales y religiosos, sino también de usos y costumbres como el rodeo, que sin pudor alguno se arrogan nuestros vecinos del norte”.

Lo mismo hicieron “al sustraer la apachería de nuestra etnografía nativa bajo el discutible ropaje científico-académico de historiadores, etnólogos y antropólogos de su expansionista país (…)”.

Olvidados por la historia oficial, los apaches fueron enclaustrados en reservaciones de Arizona y Nuevo México, como parte de acuerdos binacionales, luego de que el corazón de la apachería estuviera en la porción de La Mesilla, territorio mutilado a Sonora y Chihuahua.

Que los apaches dejen de ser fantasmas en la Sierra Madre, como pide al autor, y rescatar su cultura, historia y pertenencia a México y, de paso, que ojalá sus descendientes de Sonora y Chihuahua estén orgullosos, es lo primero por hacer.

■ Manuel Rojas presentó en Bellas Artes su libro Apaches... fantasmas de la Sierra Madre

■ Gerónimo, el famoso guerrero apache nació en Arizpe, Sonora

■ Insólita obra que viene a llenar un gran vacío: Rascón Banda

■ Encabezaron mexicanos cinco de las siete matanzas contra la tribu

■ Sonora y Chihuahua, corazón del conflicto

 

 

Gerónimo y Nacho en San Bernardino, Sonora 
Foto: Camillius S. Fly (tomada del libro Apaches...)

Gerónimo y Nacho en San Bernardino, Sonora
Foto: Camillius S. Fly (tomada del libro Apaches...)

Foto de Gerónimo

Foto de Gerónimo

Los asentamientos originales de los apaches fueron el noreste de Sonora y el noroeste de Chihuahua, afirmó Manuel Rojas. Esto –dijo en entrevista– lo demuestra en su libro publicado en 2008, Apaches... Fantasmas de la Sierra Madre.

Los apaches llaman “tierra madre” a Chihuahua y Sonora, añadió en entrevista.

Es más, su guerrero más famoso, Gerónimo, “fue bautizado en Arizpe”, reveló el investigador. En la obra incluye copia de un documento de la parroquia de la Asunción de María, en Arizpe, Sonora, que certifica que José Gerónimo (indio), hijo de Hermenegildo Moteso y Catalina Chagori, fue bautizado “el primero de junio a mil ochocientos veinte uno.

Mangas Coloradas son nativos de sus montañas, las queridas ‘montañas azules’ de la Sierra Madre.

Mangas Coloradas son nativos de sus montañas, las queridas ‘montañas azules’ de la Sierra Madre.

Tengo el mismo derecho de afirmarlo que mis colegas anglos, quienes lo asumen en la Arizona actual, sin presentar ninguna evidencia documental en una treintena de publicaciones... ¡bienvenida la controversia!”, afirmó Rojas en el libro.

A pesar de esto: “Hoy día, solamente Chihuahua ha reconciliado su pasado y vinculación con sus hijos la apachería. Sonora es un capítulo pendiente, a cuya reflexión espero contribuya este trabajo”, escribió.

“En Estados Unidos asumen la paternidad de los apaches”, dijo, en entrevista telefónica, Rojas, autor de Joaquín Murrieta, El patrio y la cicatriz (el rock en la última frontera). Sin embargo, “hasta 1913 eran considerados prisioneros de guerra”. Luego, explicó, hubo “un cambio en la política interior estadunidense y les quitaron el estatus (de prisioneros de guerra) para poder enrolarlos en la Primera Guerra Mundial”.

Y ofrece otro ejemplo: “¿Por qué pagaba honorarios el gobierno mexicano por la reserva? Porque los prisioneros eran de origen mexicano. Paga por mantenerlos a resguardo”.

Sin embargo, “México no los reconoce porque no se sometieron a la culturización.

“Además, la Sierra Madre y el noreste de Sonora es la más rica región en tradicional oral” sobre los apaches, siguió Rojas, quien fue subdirector de Cultura en la delegación Coyoacán.

Por otro lado, “80 por ciento del conflicto apache sucedió en Sonora y Chihuahua. La mayoría de los enfrentamientos con el ejército estadunidense ocurrió en territorio mexicano”.

Pero la sangre corrió más a cargo de los connacionales: “En el siglo XIX, de las siete matanzas más grandes, sólo dos fueron perpetradas por anglosajones. Las otras cinco, para vergüenza nuestra, fueron encabezadas por mexicanos”.

Para la investigación plasmada en la obra coeditada por los institutos de la cultura chihuahuense y sonorense, Rojas realizó 13 viajes a la Sierra Madre.

Hueco historiográfico

El escritor consideró que en México hay “graves huecos historiográficos, como en (lo que se refiere a) la región de la frontera norte”.

Aseguró que tiene detectados “cientos de documentos de México” en la Colección Latinoamericana Nettie Lee Benson (Universidad de Texas en Austin) y en la Colección Bancroft de América Latina y Occidental (Universidad de California en Berkeley), que podría aportar para futuras investigaciones.

En el prólogo, el dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda describió: “Esta obra insólita y seductora viene a llenar un gran vacío, una laguna inmensa en nuestra historia.

“Ojalá que este apasionante libro, sustentado en una amplia y sólida bibliografía y en una ardua investigación de campo, se distribuya y llegue a las universidades, a los cubículos de centros de investigación, a las dependencias del sector cultura y al público común que será seducido por este pueblo, esta nación apache, estos guerreros que no están en la historia oficial de ningún bando, perseguidos y perseguidores que vivieron en las áridas tierras de la frontera norte, jugándose la vida”.

El pasado 6 de junio de 2008, se presentó Apaches... en Mexicali. Además, el 25 de julio se presentó en Yuma, Arizona, y el día 30 en Santa Cruz, Sonora.

El 19 de agosto se presentó en la ciudad de México, en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, con la participación de Víctor Hugo Rascón Banda y los directores de los institutos de Cultura de Chihuahua y Sonora, Jorge Carrera y Fernando Tapia, respectivamente.

Gerónimo, el apache la versión americana

"Estamos desapareciendo de la Tierra y, sin embargo, no creo que seamos inútiles, o Usen no nos habría creado".

Introducción

Gerónimo forma parte de los jefes cuyos nombres simbolizan la resistencia india frente al naciente imperialismo norteamericano, pero su figura se ha visto envuelta en un halo de leyenda que ha distorsionado su verdadera imagen. Durante mucho tiempo fue considerado como un simple salvaje sanguinario, idealizado después como una especie de profeta indio.

Lo que sí nos consta como cierta es su resuelta independencia y su gran sentido de la economía de medios, que le dio buen resultado a la hora de mantener a su familia, de proveer a la banda mediante correrías o de organizar un provechoso comercio de recuerdos. Tenía una curiosidad intelectual muy viva y un pensamiento muy original. Era obstinado y práctico, despiadado con sus enemigos y amable y leal con sus amigos. El amor que sentía por su tierra montañosa fue una constante en su vida, junto con su profunda religiosidad, y cuando hacía una promesa, juramento y ceremonia incluidos, que para los blancos eran detalles poéticos, él mantenía su palabra.

El Ocaso de un Pueblo

Al este de Norteamérica llegó un hombre alto, de cabellos rubios y ojos azules. Los indios creyeron que era el dios que cumplía una de sus profecías. Se llamaba Leif Erickson y pertenecía a la tribu de los vikingos. Ellos no se quedaron, marcharon a sus tierras de nuevo. Los indios esperaron largo tiempo y otros dioses blancos llegaron: los conquistadores revestidos de hierro y montados en grandes caballos, que traían una afición desmedida y malsana por el metal amarillo. Fue una verdadera invasión. Y como sólo hallaron cobre y mica, decidieron apropiarse de otras riquezas: las tierras.

Es a principios del siglo XVII, con la colonización francesa, cuando se perfila la ofensiva europea. En los primeros tiempos la situación es delicada para los colonos, sólo son un puñado ante 30,000 indios. Poco a poco avanzaron en un baño de sangre, pues para los puritanos los indios eran crueles salvajes bárbaros, hijos de Satán. En este contexto se sitúan las guerras contra los iroqueses y los hurones. Paradoja de la Historia: La Liga Iroquesa tenía un reglamento interno que constituyó, con pocos retoques, la primera constitución norteamericana.

He aquí uno de los primeros prejuicios: "los indios vivían en la Edad de Piedra". El argumento utilizado: "sus armas no tenían puntas de hierro". Juzgamos a los pueblos por su tecnología, sin tener en cuenta sus progresos en otras áreas del amplio espectro humano. Las tribus del sudoeste se componían de grandes constructores, como la civilización Hopewell o Cahokia, y su organización social era inmejorable. Hoy hablamos del ciclo natural, el reciclaje, el cuidado a nuestro planeta, y esto precisamente lo encontramos en las tribus indias. Los europeos se quedan impresionados por la sabiduría con que los indios cazaban, practicaban la agricultura o sacaban partido al medio que les rodeaba siguiendo un ciclo natural que no agredía a ese medio ambiente. Cada pueblo producía lo necesario para satisfacer sus necesidades, alimentos, abrigo y productos para el intercambio con las naciones vecinas. La condición era no generar diferencias excesivas entre los miembros de una comunidad, haciendo funcionar con generosidad el principio de redistribución.

En el siglo XVIII, la impaciencia de los colonos está en su punto culminante, pues las mejores tierras siguen en manos de los indios. En 1792, con la independencia norteamericana, el presidente George Washington decide enviar una misión de paz al valle de Ohio haciendo saber a los indios que la nueva nación desea llevarles la civilización y educar a sus hijos.

La Guerra

Tendríamos que volver a nacer para comprender el sentido natural de esta palabra, que no tiene nada que ver con los últimos 1500 años de guerras occidentales. ¿Qué honor hay cuando la guerra se convierte en una matanza? Para el indio hay más bravura en tocar que en matar a un enemigo.

Al levantarse, cuando el sol lucía y el tiempo era claro, el indio exclamaba: "¡Buen día para morir!" Quizá la enfermedad mayor del hombre blanco, junto con la hipocresía y la ambición, sea su miedo a la muerte, su sentir que la vida no tiene otro sentido ni otro destino que vivir, o más bien sobrevivir a costa de todo.

La resistencia india del Este juega sus últimas bazas con Tecumesh ("León de la Montaña"), jefe de los Shawnees de 1805 a 1811, que fue el más formidable enemigo que encontrarían los yanquis en la colonización, llamado el Napoleón de los indios, pues consiguió, en tiempos de guerra y en tiempos de paz, el arma más poderosa contra los blancos: la unidad. Ya no bastaba con bravos guerreros, hacía falta un hombre que pudiera enfrentarse con políticos y juristas en sus "contratos de compra". Con su muerte, el camino hacia el Oeste se abrió para Europa.

Quizá resulte ocioso continuar explicando la historia. Los hechos fueron repitiéndose siempre de la misma forma trágica. Siempre igual; tratados incumplidos, engaños, heroica resistencia y derrotas.

El Mito Apache

Gerónimo era de la tribu apache de los chiricahuas. Los apaches eran un pueblo especialmente feroz, maestros en el arte de la guerrilla. Eso hizo que sus tierras fueran respetadas largo tiempo por los colonos, pero pronto las continuas riadas de inmigrantes de todos los países de Europa hicieron que no hubiera otras tierras que ocupar más que las de los apaches. Al principio éstos no se mostraron demasiado hostiles, pero con el asesinato del jefe Mangas Coloradas se desencadenó una guerra que se convertiría en la pesadilla de los ejércitos norteamericano y mejicano. Es la guerra de las praderas y Sierra Madre, que, dicen, pertenece más al mito que a la historia.

El 5 de septiembre de 1886, desde Fort Bowie en Arizona, una noticia cruzó como un rayo la nación norteamericana:

¡Gerónimo ha sido capturado!

16 guerreros, 14 mujeres y 6 niños se rindieron al general Nelson Miles. Se habían necesitado 5,000 hombres para su captura, 6 generales y una red de puestos para transmitir los mensajes y falsas promesas.

¿Quién era Gerónimo?

El Guerrero y El Chamán

Nació en 1823, 0 1829, no se sabe con seguridad, y se le llamó "Goyakla" (el que bosteza). Cuando creció, su madre le enseñó las leyendas de su pueblo, y su padre las hazañas de los guerreros y el sendero de la lucha.

A los 5 ó 6 años empezó a trabajar en el poblado: cuidar de los caballos, recoger bayas y nueces, plantar el maíz, el tiro al arco... Alrededor de los 14 años pasaban por los ritos de iniciación. Para las chicas era una ceremonia entrañable que duraba toda una noche de danzas (la danza de los espíritus de la montaña). La última conocida fue la ceremonia para la nieta de Gerónimo, donde los indios se las arreglaron para hacer el ritual a escondidas de curiosos y periodistas, por lo que sólo conocemos las formas, los vestidos, pero no la esencia. Los chicos se convertían en "el que va a capturar un caballo". Pasados los ritos de purificación, abandonaban el poblado antes de que el sol calentara la pradera. Las manadas estaban lejos, caminaban días sin parar y sólo bebían agua en el río. Cuando divisaban la manada, escogían un potro y se acercaban. Entonces los caballos echaban a correr en estampida. Pero tras varios intentos alguno acaba por apartarse de la manada, y ya solitario, sigue huyendo algún tiempo, pero la resistencia del caballo sin comer ni dormir es menor que la del ser humano. Al tercer día, hambriento, el indio consigue que coma de su mano, se deje acariciar, y salta varias veces por encima de su lomo, de un lado a otro, sin montarlo. Así consigue que el caballo lo acepte como jinete.

Gerónimo acababa de iniciarse en la caza cuando murió su padre. Así que fue admitido en el consejo de guerreros a la edad precoz de 17 años, como Hijo del Agua, aprendiz de guerrero. Y se enamoró. Ella se llamaba Alope.

Pero en el verano de 1858, un día en que los guerreros estaban fuera del campamento, los mexicanos exterminaron a mujeres y niños. Gerónimo perdió allí a su mujer y sus hijos. Mangas Coloradas era el jefe de los apaches bedonkohoes. Reunidos en consejo, vieron que nada podían hacer frente a los mexicanos, y partieron esa noche en silencio. Gerónimo quemó todas las pertenencias de Alope, su tipi, y juró vengar a los apaches.

Mediante esa experiencia, Gerónimo recibió, al parecer, un don del Poder que iba a tener un papel importante el resto de su vida. Él describe la aparición de un oso gris de pelos de puntas blancas, que le aseguró que ningún arma de fuego podría jamás matarle y que sus flechas serían guiadas.

Empezaron a vivir en un estado de asedio y de incursiones a México. Sin embargo, en el primer contacto con el gobierno de los EEUU, se sembró la semilla de la madeja enmarañada de las futuras relaciones.

Una de las mayores afrentas a los indios se debió a la crueldad y estupidez de los soldados. Mangas Coloradas, jefe reconocido por todos los apaches, fue al encuentro de los blancos en son de paz, y no sólo lo atacaron, sino que lo ataron, azotaron y asesinaron cuando supuestamente trataba de escapar (1863). El sentido del honor y el orgullo se alzó en Cochise y Gerónimo, y ya no negociaron más. Gerónimo estuvo íntimamente ligado a Cochise y luego a sus hijos Taza y Naiche, a quien él siempre respetó.

Reservas y Libertad

En 1871 llega el general Crook. Washington decide que algo hay que hacer con esos indios hostiles, y les ofrece un lugar, una reserva y medios de subsistencia. Pero esa no era vida para los indios acostumbrados al aire libre de la Sierra.

Entre 1877 y 1886 la frontera entre los EEUU y México fue asolada por dos pequeñas bandas de indios apaches, liderados por los jefes Victorio y Gerónimo, que mantuvieron en jaque a las tropas federales durante casi 10 años.

El 2 de septiembre de 1877, 300 mimbreños apaches se escaparon de la reserva de San Carlos, en el sur de Arizona, y siguieron a Victorio hacia las montañas del norte. Aunque la mayoría de ellos se rendiría tan sólo un mes después, Victorio y otros 80 guerreros consiguieron eludir la persecución del ejército hasta el otoño de 1882, cuando 350 soldados mexicanos les derrotaron en la batalla de Tres Castillos. Aunque Victorio y la mayoría de sus hombres perecieron, la resistencia apache no había terminado.

La vida de Gerónimo se centró en Sierra Madre después de su fuga, la tercera, de San Carlos en 1881, y allí se reunieron las bandas de Juh, Nana, Chiricahuas, Nednais y Bedonkohones. En un sólo campamento hubo el mayor número de apaches reunidos desde hacía muchos años, con guerreros expertos.

La cooperación entre ejércitos de ambos países obligó a Gerónimo a volver a la reserva. El general Crook enroló exploradores apaches en su persecución y consiguió que Gerónimo se rindiera, pero éste no regresó a la reserva como pueblo derrotado, sino que llevó consigo pertenencias y ganado. Gerónimo no duró mucho en la reserva. Al año siguiente, en 1885, volvió a marchar a la montaña con 150 seguidores.

Los Últimos Años

La historia se repite para Gerónimo: corre, acosa, lucha, se oculta, luego acosa de nuevo, pero ni una sola vez en toda su trayectoria violó su "salvaje" código de honor. Gerónimo pidió la paz, parlamentó con Crook; sólo quería que su pueblo fuera gobernado por un hombre justo. Crook no le creyó.

La última huida de Gerónimo no fue masiva. Los soldados le convencieron de que lo querían ahorcar, y se escapó (quinta fuga), mientras era trasladado a un fuerte militar, con 24 indios apaches. La leyenda se completó, eludió al ejército durante más de 5 meses con 5,000 soldados asignados a su persecución.

El gobierno de los EEUU destituyó a Crook y llegó el general Miles. Durante estos meses las persecuciones fueron muy difíciles, pues el ejército no estaba acostumbrado a tener un enemigo tan poco numeroso. El teniente Gatewood, un hombre íntegro que conocía la lengua apache, consiguió hacer abandonar la senda de la guerra a Gerónimo.

Gerónimo quería regresar y tener una tierra para él y su tribu. Miles tenía orden de llevarlos a Florida. El tratado lo sellaron con una piedra. Duraría hasta que la piedra se hiciera polvo.

Miles redactó un informe para contentar a los burócratas. E incluso quiso sacarlos a escondidas antes de que llegara una orden contraria de Washington y no pudiera cumplir su palabra. No tuvo suerte, las distintas bandas de indios se encaminaban a 27 años de cautiverio. Los exploradores del ejército acabaron su misión: ya no quedaban indios en libertad.

Los subieron al tren. Hacinados, no soportaban el hedor, ni el ruido, y empezaron los primeros brotes de tuberculosis. La mortalidad era exagerada, 5 de cada 6. ¿La humedad de Florida? ¿La nostalgia? Parecía la extinción de una raza. Los burócratas especulaban sobre degeneraciones físicas, por lo que les prohibieron danzar en invierno (a un pueblo que siempre había vivido en la nieve). Gerónimo dijo:

Estamos desapareciendo de la Tierra, y sin embargo no creo que seamos inútiles, o Usen no nos habría creado.

Gerónimo reconoció la importancia de adquirir los conocimientos del hombre blanco, y fue un partidario entusiasta de las escuelas.

Durante los años de Fort Still, Gerónimo se convirtió en un bien comercial, un objeto de exposición para asegurarse el éxito de cualquier celebración. Era cortés, dueño de sí mismo, alerta y amable, y observaba y aprendía con fresca curiosidad y mente despierta. Pedía siempre el regreso a su patria natal. Era un hombre de una pieza, una personalidad sin fisuras a pesar de haber perdido a toda su familia, hijos, nietos, mujer...

En la vejez, la más persistente de las contaminaciones traídas por los blancos, el alcohol, lo llevaría a la muerte. El 15 de febrero de 1909 lo hallaron en el agua, borracho. Cogió una pulmonía. Su fuerte espíritu luchó contra la muerte y en la noche del 17 de febrero se rindió.

Naiche, alto, erguido, al pie de su tumba, hizo un discurso breve pero impresionante en lengua apache, recordando episodios de guerra. Hoy hay un solemne monumento de piedra coronado por un águila en el lugar.

En 1911 muere de tuberculosis la última descendiente de Gerónimo y los apaches.

Comentarios recientes

25.11 | 00:55

Jorge gracias, esa es la idea de este blog, compartir datos históricos y otros divertidos, siempre con la idea de cultura

16.11 | 05:32

Verdaderamente ilustrativo, gracias por compartir estas enseñanzas.

28.10 | 14:04

Leí hace años de una mujer a la que le habian desaparecido varios empastes y tenia esos dientes sanos.

Además, existen una serie de fotografias, de logos en vehículos, que atestiguan la veracidad.

23.10 | 15:49

Los Griegos ganaton a los Atlantes-Iberos.

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