Teofrasto:

Hablar de la Antigua Grecia es hablar de la cuna de la filosofía. Son muchos los nombres de maestros pensadores que han llegado hasta nuestros días.

El de Teofrasto es uno de ellos. Por ello dedicaremos este artículo a conocer algo mejor cómo fue la vida de este intelectual y cuáles fueron las principales cuestiones que trabajó en los diferentes campos del conocimiento que cultivaba, que eran varios, pues no se limitaba a la filosofía. Así pues, comencemos con esta biografía de Teofrasto.


Breve biografía de Teofrasto


El filósofo Tyrtamus, más conocido como Teofrasto, nació en 371 a.C. en Eresos, una ciudad de la isla de Lesbos. En este lugar tuvo su primer acercamiento a la filosofía, siendo Alcippus su maestro en esta disciplina. Tras esa primera formación, decidió trasladarse a Atenas, cuna de los grandes pensadores.


Fue allí donde conoció a Aristóteles, con quien trabó una gran amistad. De hecho, se cree que ambos compartieron el exilio sucedido tras la muerte de Platón, que era el maestro de Aristóteles y puede que también del propio Teofrasto. También se piensa que fue él, el que le convenció para trasladarse a Mitilene, pues se encontraba en su tierra natal.


De hecho, para hacerse una idea de la gran amistad que unía a estos dos pensadores, hay que decir que el propio nombre, o más bien, seudónimo, de Teofrasto, se lo puso el propio Aristóteles. Esta expresión significaba, en griego clásico, “frasear y Dios”, o lo que es lo mismo, hablar de forma divina. Un reconocimiento a la habilidad de conversación que demostraba habitualmente durante las charlas.


En la isla de Lesbos, los dos filósofos profundizaron sus conocimientos en distintas ciencias naturales. Teofrasto se centró en las plantas, mientras que Aristóteles prefirió estudiar todo lo relativo a los animales. La amistad de ambos les llevaría a compartir igualmente el viaje a Macedonia, en el cual Aristóteles se convertiría en tutor de Alejandro Magno. Finalizada esta tarea, ambos regresaron a la capital griega.


Regreso a Atenas y muerte de Aristóteles


De nuevo en Atenas, Aristóteles retomó la dirección del Liceo, la escuela de filosofía que él mismo había creado varios años atrás. Pero los conflictos políticos entre Grecia y Macedonia que surgieron a la muerte de Alejandro hicieron que una figura como Aristóteles tuviera que abandonar de nuevo la ciudad. Fue entonces cuando Teofrasto se puso al frente de la escuela peripatética.


Aristóteles falleció algunos años después, en torno al 322 a.C. Teofrasto todavía seguiría dirigiendo esta escuela durante mucho tiempo. Además, por deseo expreso de su amigo, tomó la posición de guardián de los hijos de Aristóteles, entre los que se encontraba el famoso Nicómaco. No solo eso, Teofrasto también heredó la magnífica biblioteca de Aristóteles, incluyendo los manuscritos originales de sus propias obras.


Tal era la confianza que Aristóteles tenía en Teofrasto, que además dejó constancia de que quería que este fuera el nuevo director del Liceo, lo que le convirtió en la máxima autoridad en este templo del saber. Este hecho generó ciertas fricciones, pues dicho puesto era muy codiciado y otros filósofos, como Eudemo de Rodas y Aristoxemo también aspiraban a alcanzarlo algún día, pero esta decisión truncó sus planes.


Dirección del Liceo y últimos años


Teofrasto, por lo tanto, era entonces el nuevo director del Liceo y también de la escuela peripatética, organismo que experimentó un gran crecimiento bajo su mando. Se dice que llegó a haber dos millares de discípulos. Fueron treinta y cinco años los que estuvo al frente de la institución, antes de pasar su legado a Strato de Lampsacus.


El genial Teofrasto falleció en Atenas, cuando tenía 85 años. Según los relatos que se conservan de la época, parece que unas de sus últimas palabras fueron: “Nos morimos justo cuando empezamos a vivir”. La mayor parte de los datos biográficos de la vida de este autor proceden de los documentos de Diógenes Laercio, que inmortalizó la vida de este y de otros pensadores a través del volumen, Vidas y opiniones de filósofos eminentes.


El fallecimiento de Teofrasto fue motivo de duelo para toda la ciudad ateniense. Gran parte de la población participó en el cortejo fúnebre para acompañar sus restos mortales hasta la tumba. En su testamento indicó que su deseo era que su propio hogar y jardín se convirtieran en una sede para el saber, es decir, otro centro donde se estudiase la filosofía y otras disciplinas.


Así, incluso después de muerto, Teofrasto se ocupó de que nuevos alumnos tuvieran la oportunidad de seguir aprendiendo y cultivándose, ampliando los conocimientos en beneficio de toda la humanidad. En cuanto a su biblioteca, se la legó a Neleo, uno de sus discípulos. Entre todos esos libros, seguían estando los originales de Aristóteles, por lo que la colección tenía un valor incalculable.


La obra de Teofrasto que se conserva


La propia obra de Teofrasto se cree que podría estar formada por más de dos centenares de volúmenes. Sin embargo, a nuestros días han llegado solo algunas de ellas, las que tuvieron mayor importancia en determinados momentos y por lo tanto se copiaron en mayor cantidad, aumentando así las posibilidades de que dichos contenidos se preservasen en el tiempo.